EL PAGO COMO CESIÓN.

¡Qué locura llamar riqueza a una abundancia en cuyo seno se muere de hambre! Aristóteles, La política


El dinero en nuestra actualidad se presenta como un consuelo o promesa de recuperación del goce que se pierde. Y así, el capitalismo lo eleva a la categoría de ‘soberano y dios’, rodeándolo de un halo deslumbrante, enceguecedor.


Marx ubica en este enceguecimiento, las bases sobre las cuales se funda el capitalismo, poniendo al centro la noción de plus-valía que luego Lacan retoma para dar un paso más respecto de la noción de goce. El capital nos indica un valor que no puede gozarse sino invertirse, es decir, diferir, aplazar su goce para un futuro indeterminado.


El plus de goce nos habla de un objeto que instituye la promesa de mas goce, la promesa de ir mas allá de los goces asequibles y que nos aproxima a la idea de lucro, lo que está mas allá de la palabra y que reaviva la insatisfacción primordial, que se convida como consuelo por la renuncia pulsional que el Otro exige a un ser hablante.


Marx refiere el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo cuando se los produce como mercancías, fetichismo que promete la sustitución de cualquier objeto, la anulación de cualquier pérdida. Es decir, un objeto que encubre la falta, que oculta el trabajo contenido, y por tanto, promete el acceso a todas las cosas, incluyendo al trabajo como una cosa más, una mercancía que se puede adquirir para la satisfacción del sujeto capitalista.


Pero ¿Cuál es este objeto que se persigue incesantemente?, ¿Cual es la ‘realidad’ de tal objeto? Este es un objeto inasible. La lógica repetitiva, de dependencia adictiva con ciertos objetos, desde el chupeteo del niño que atrofia su paladar buscando no se sabe qué en su pulgar, hasta la intoxicación que lleva a cabo un drogadicto, sin término ni placer, ni miramientos por la conservación de su vida, dan la medida de lo que es este objeto perseguido, que no solo no guarda relación con la satisfacción de necesidad alguna, sino que materialmente no existe; y si algo no detiene esta búsqueda frenética ( que se produce a espaldas de la conciencia del buscador ) este movimiento se encamina derechamente a la autodestrucción.


El oro, como representante del capital, es un objeto deslumbrantemente valioso pero que en sí, no es gozable porque carece de valor de uso, estrictamente con él es posible morirse de hambre ya que el goce que promete está diferido, impedido indefinidamente.


En ‘El Capital’ Marx señala ‘el atesorador sacrifica al fetiche del oro sus apetitos carnales. Aplica con toda seriedad el evangelio de la abstinencia’ . Y no es que el rico se abstenga de consumir, pero si de consumar… el acto, ante el despertar del deseo. Lacan señala en este sentido ‘El rico tiene una propiedad. Compra, lo compra todo (…) compra mucho. Pero quisiera que mediten lo siguiente, es que no paga’ , no paga porque solo se desprende temporariamente del dinero, pero con la astuta intención de recobrarlo luego acrecentado. Por tanto, no hay cesión alguna. Se abstiene de pagar el precio de su deseo, porque es el deseo lo que para él está obturado, atiborrado de objetos que no dejan espacio a la falta.


Esta posición del rico recuerda mucho a la del sujeto obsesivo, quien trabaja para mantener el mito del padre todo gozador, soñando con que un día ese padre sea destronado para ocupar su lugar, tomado en el imperativo superyoico de ¡¡goza a cualquier precio!!, impidiéndose gozar realmente, manteniéndose en la abstinencia.


Desear fuera de la ley nos vuelve entonces responsables del síntoma que cargamos. Freud nos advertía, ‘los neuróticos viven en un mundo especial en el que solo la moneda neurótica se cotiza’ . ‘La resistencia del sujeto neurótico no es tanto resistencia ante su propia castración, sino que no quiere renunciar a la ilusión de otro que le demandaría esta castración’ .


En este sentido, el neurótico es capitalista, no solo porque acumula objetos para su exclusivo uso individual, sino también porque atesora, retiene, se guarda de decir justamente aquello que no le sirve y que constituye su malestar. De ahí que Freud remarcara que el hombre no quiere su bien.


El neurótico lucra de dos maneras con su síntoma:


El beneficio primario de caer enfermo como una manera de hacer economía, la solución más conveniente cuando hay conflicto mental. Es la fuga en la enfermedad.


Y el beneficio secundario que concierne la transformación de la relación del sujeto con su síntoma, de sentirlo como un cuerpo extraño a encontrar medios para obtener más ventajas de él.


La plus-valía como el gran secreto de la sociedad moderna nos es develado por Marx como rigiendo las relaciones del capitalista con el proletario: es un plus que escapa a la ecuación valor=tiempo de trabajo. La producción de la plus-valía es por lo tanto, apenas la producción de valor prolongada para más allá de cierto punto. El dinero para Marx, se cambia por la totalidad del mundo objetivo del hombre y de la naturaleza, sirve para cambiar todo y cualquier cosa teniendo la cualidad de comprar todo y apropiarse de todo. Pero a la vez, el dinero se torna el representante universal de la falta-de-gozar. El dinero es lo que siempre falta, aquello que nunca se tiene en medida suficiente. Esto hace a Lacan decir que el rico es inanalizable, ya que para él nada falta, pudiendo obtenerlo todo.


El pago en psicoanálisis tiene relación con la función del padre y por tanto, con la función de la castración, ya que orienta hacia el lugar del deseo sexual en el entramado de la palabra, lo que implica que la relación con el objeto no es inmediata. El goce es interdicto, no en el sentido de estar barrado por censores, como quisiera el sujeto obsesivo al sostener al deseo como imposible o el histérico, sostenerlo en la insatisfacción. Está inter-dicto porque está entre-dicho. Es decir, Lacan desplaza la noción de castración hacia una función simbólica que no es la de una mutilación como se figura el neurótico. Se trata de un tributo a pagar por el goce sexual en la medida en que está sometido a las leyes del intercambio, pagar para que el goce sea humano, regulado por el pacto del lenguaje .


En la sesión analítica, pagamos por el exceso de satisfacción que conlleva el síntoma neurótico, por la transgresión que está en juego, por la demasía de goce que no soportamos. Por eso es que el pago remite a la cesión, porque es de perder de lo que se trata, perder el goce que comporta el hablar.


El análisis propone un lugar diferente para esa moneda neurótica, tanto en el sentido de eso que circula, la palabra que ya no será conversación, habladuría, como también del lugar del dinero, el precio que el sujeto está dispuesto a pagar por saber, el precio que se coloca, ¿Cuánto valgo para el otro?, ¿mucho porque soy lo mejor o poco porque soy lo peor?


El pago también habla del valor que cada uno le da a su trabajo, del uso que le da al dinero que gana, porque solo el trabajo confiere valor al objeto producido.


Para pagar el sujeto debe contar, en tanto reconozca su condición de sujeto, es decir, sujeto del deseo, efecto de la inmersión del pequeño hombre en el lenguaje. ‘El sujeto para el psicoanálisis, no sabe lo que dice ni tampoco que él lo dice. Por eso el inconciente sería un mensaje cifrado que en análisis podría descifrarse, testimoniando de la existencia de otro lugar desde donde se expresa el sujeto de un deseo en espera, en sufrimiento. Todo sucede como si el lugar de los significantes, aquel desde donde ‘nos vienen’ las palabras que articulamos, estuviera habitado por un sujeto de un deseo enigmático’


Si el pago tiene que ver con los números, tiene relación con las cuentas, con lo que cuenta, con las palabras que cuentan desde el inicio. Y no es indiferente las palabras que a un niño se le dirigen desde el comienzo y el lugar en el que el niño consiente mantenerse, hasta el momento en que el padre irrumpe en su vida para hacerle escuchar que no todo es posible, incluido el mantenerse en ese lugar de origen que ocupó para el otro.


Sin embargo, el niño edípico pelea por mantenerse en ese lugar de ser todo para el otro y el otro, todo para él. Y cuando se encuentra excluido, desplazado de ese lugar del niño maravilloso, surge el deseo de muerte sobre ese otro que él supone, es quien lo ha venido a sacar de ‘su’ lugar, a destronarlo. El deseo de venganza del futuro neurótico lo haría decir ‘me las vas a pagar’. De ahí la importancia del pago en análisis como una apuesta a que el sujeto escuche que no es el otro el que le tiene que pagar algo, el que se las tiene que pagar, sino que él mismo debe pagar por sus propias palabras.


Y tampoco es casual que este pago sea pedido en efectivo porque desprenderse, separarse de ese lugar de objeto que uno intenta ocupar respecto del otro, produce efectos, consecuencias. Después de hablar y escucharse, uno ya no puede hacer borrón y cuenta nueva, ya no puede desconocer lo que está ahí. Uno paga por lo que hace escuchar al otro. Por eso es que el análisis no será nunca un amparo de las justificaciones del sujeto para eximirse de sus obligaciones consigo mismo y con los otros, razón por la cual no avala la ‘miseria’ humana.


Pero la labor es ardua dado que la lógica del capital esta guiada por los mismos principios que la lógica pulsional, que el discurso del capitalismo encabalga perfectamente en lo ilimitado de la búsqueda pulsional. Lo que obliga a tener constantemente en tensión la fuerza del trabajo, que no deja sosiego, y que susurra incesantemente: ¡Adelante! ¡Adelante! ¿No es ésta idéntica al empuje de la pulsión?


No obstante, tenemos una posibilidad de operar desde allí mismo, puesto que el dinero puede amonedar el capital del sujeto que es la libido. En análisis, la cifra viene a representar el monto de las operaciones libidinales. Y además, no nos podemos olvidar que el inconciente es un operario que funciona a horario completo, es el trabajador ideal, incansable que hasta cuando dormimos trabaja. Es el trabajador que el capitalismo considera ideal: no piensa, ni juzga, ni calcula, solo trabaja.


El gesto del analista de cobrar por su trabajo muestra que él no está allí gratuitamente y que no esta interesado en hacer del analizante un objeto de su goce. Algo del deseo del analista es también valuable como dinero y que el análisis esta colocado dentro de un lazo social. Al cobrar el analista va contra el goce del sujeto de dos maneras: no sometiéndose a su fantasma y mostrando no gozar de él. El dinero en análisis tiene por lo tanto, una función de pare al goce. Al hacerse pagar el analista muestra que no esta allí por amor, por sacrificio o por ideal y mucho menos para gozar con lo que escucha. Hacerse pagar es significar que el analista no se interesa por el sujeto como objeto sino que es el depositario de la palabra del paciente. Los precios, como señala Lacan, ‘tienen por función amortizar algo infinitamente más peligroso que el pagar con moneda: deberle algo a alguien’ .


Juan Pablo Salcedo



Notas

Marx, Karl. El Capital, Editorial Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1952, Vol. I, p. 162-163.


Lacan, Jacques. Seminario 17: El Reverso del Psicoanálisis, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 87.


Freud, Sigmund. Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986, T. XII, p. 230.


Chemama, Roland y Vandermesch, Bernard (dir). Diccionario del Psicoanálisis, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2004, p. 654.


Chemama, Roland y Vandermesch, Bernard (dir). Diccionario del Psicoanálisis, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2004, p. 295.


Chemama, Roland y Vandermesch, Bernard (dir). Diccionario del Psicoanálisis, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2004, p. 652.


Lacan, Jacques. Seminario 2: El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2004, p. 306.


Referencias

- Cichello, Guillermo. Función del dinero en psicoanálisis, Editorial Letra Viva, Buenos Aires, 2010.


- Marx, Karl. El Capital, Editorial Fondo de Cultura Económica, Bogotá, 1952, Vol.1


- Lacan, Jacques. Seminario 17: El Reverso del Psicoanálisis, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1992.


- Freud, Sigmund. Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986, T. XII.


- Chemama, Roland y Vandermesch, Bernard (dir). Diccionario del Psicoanálisis, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2004.


- Lacan, Jacques. Seminario 2: El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2004.