Presentación de Fort-Da: Centro Clínico Freudiano

Fini de rire!... J. Lacan


A título de Directora de Fort-Da: Centro Clínico Freudiano, tengo el agrado de intentar transmitir lo que sea posible de nuestra experiencia, así como de sus orígenes, objetivos, desarrollo y perspectivas.


Fort-Da fue ideado y gestado luego de un recorrido con un grupo de practicantes de la clínica médica, psiquiátrica y psicológica, con quienes nos daríamos cita a fines de 1996 para dar inicio a un proyecto que ya no orientaríamos por la militancia política, sino por el psicoanálisis, conforme a la orientación dada por Jacques Lacan al campo abierto por Sigmund Freud.


Había sido y seguía siendo hija de la Democracia, lo que quería decir ser un ciudadano con el cual contar, en vista de una sociedad de participación activa, equitativa y solidaria. La elección de mi formación en psicología y en psicoanálisis no fue extranjera a la lógica de esa ideología, ni a sus valores y principios de servicio a la comunidad. Jacques Lacan sostenía que Lo inconsciente, es lo social, lo que quiere decir que no hay represión personal que no participe más o menos de la represión colectiva, lo que hace que un ser humano pueda inscribirse en la vida y en los intercambios de esa sociedad a la que pertenece.


Tenía alrededor de 17 años cuando el brutal golpe de Estado de 1973 desraizó a mi generación de nuestros proyectos, reenviándonos al exilio, expatriados, durante 22 años. Ese extrañamiento permitió y favoreció el encuentro con el psicoanálisis en París durante mis estudios de psicología, que me llevaron a interesarme muchos más en el Freud que decía que desde el momento en que un sujeto se interroga sobre el sentido de la vida está enfermo, enfermo a nivel de lo que él llamaba la libido o del deseo como lo llamará luego Lacan, y no por no sé que perturbación o fijación a una etapa del desarrollo, como nos era enseñado. Terminé los estudios en psicología con el firme propósito de no practicar esa clínica orientada por una ideología de la adaptación, para abocarme exclusivamente a mi análisis personal y a mi formación analítica.


Mientras tanto, en Chile la dictadura instaló por 17 largos años un sistema neoliberal a la chilena, que produjo una sociedad dual en el seno de la cual se instalaron dos mundos que coexistían sin tocarse: la elite, moderna, acomodada, sedienta del mundo exterior y la masa de desheredados, víctimas del sistema. La privatización desenfrenada produjo dos sistemas de trabajo, dos sistemas de consumo, dos sistemas de educación y dos de salud, al ser enfocados desde una perspectiva económica de mercado que exaltaba la rentabilidad inmediata. Esto era y es una abyección en una sociedad, particularmente en lo que respecta a la educación y a la salud, puesto que son inversiones a mediano y a largo plazo.


La salud que habíamos conocido era pública y comunitaria, desarrollada y establecida durante los diferentes gobiernos demócratas y republicanos, permitiendo cubrir las exigencias sanitarias de la mayoría de los chilenos sin distinción social, pues refería a un derecho esencial para todo ser humano. Los trabajadores de la salud iban a las poblaciones para implementar programas de atención médica -de los que éramos pioneros en América Latina-sobre alcoholismo y neurosis particularmente, cumpliendo así las tareas esenciales de la medicina: profilaxis, terapéutica y rehabilitación.


La salud practicada durante la dictadura, tanto en el sistema público como en el privado, fue día a día del lado de la reducción de la relación médico-paciente a su más ínfima expresión, al imponer por el uso y abuso de poder el silencio del malestar. La muerte de la clínica como lazo social fue la consecuencia de haberse inscrito sin equívocos en el proyecto económico neoliberal, a fuerza de hacer valer la eficiencia y eficacia de la tecnología y de la farmacoterapia. La enfermedad debía ser rentable y los tratamientos eficaces, obedeciendo francamente a la ideología de la adaptación.


La dictadura pudo vanagloriarse de haber reducido la mortalidad infantil, pero olvidó mencionar el aumento de las enfermedades ligadas a la miseria, como son las parasitosis y las enfermedades infecciosas. Asimismo aumentaron las enfermedades en cuanto a lo mental a causa de la indefensión de los sectores opositores a la dictadura quienes fueron objeto de innumerables atropellos, violaciones, represión, encarcelamiento, encarcelamiento en casa -infligido por los largos años de toque de queda-, allanamientos, tortura, desaparición y asesinatos, lo que terminó por devastar a la mayoría de los hombres en su cotidianeidad.


Durante ese período, Chile volvió a su familiar aislamiento, pero ya no a causa de su situación y accidentada geografía, sino por haberse vuelto el país de todas las violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, la condena internacional no se hizo esperar, volviéndose masiva, porque la impunidad se había convertido en moneda corriente.


La contestación y la rebelión social y política comenzaron poco a poco a hacerse presentes, luego a intensificarse, pasando del grito a la palabra, del SÍ al NO más a la permanencia del dictador y su dictadura en el poder. El 5 de Octubre de l988 la mayoría de los chilenos, de nuevo en las urnas, manifestarían su desaprobación. ¿Sería posible recomenzar a soñar con lo que fue el último discurso de Salvador Allende cuando dijo "... mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes Alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor" 1? ¿Terminaría la expatriación en la que nos hallábamos? Aún creemos en los sueños nos dijimos y favorecimos los encuentros y alimentamos proyectos, pues algo peor se veía venir y como sobrevivientes, nuestro futuro se jugaría al servicio de los más afectados.


Teniendo en cuenta que cada sociedad secreta sus propias patologías, diecisiete años de dictadura pesarían en cada sujeto que se había hallado bajo sus efectos. Efectos de lenguaje y de palabra de los cuales hereda no sólo su singularidad y su particularidad, sino también sus problemas y/o perturbaciones psicopatológicas, puesto que el malestar viene de la prueba de un real tejido por esa palabra. Como sabemos, el significante determina la realidad a la que estamos confrontados, razón por la cual no somos nunca inocentes del campo social creado y del cual participamos.


El malestar en la cultura no tardaría en hacerse presente, primero por el desbarajuste del lazo social que produjo procesos de marginalización que se fueron agravando día a día; y segundo, por la proliferación de tratamientos terapéuticos, con su corolario farmacológico, que vino a fragmentar directamente las maneras de abordar lo humano. La enfermedad se volvió, para las clínicas privadas y para la industria farmacéutica, la gallina de los huevos de oro.


Es más o menos en ese contexto, o saliendo de él, que a fines de 1994 nos conocimos la mayoría de los que fundaríamos más tarde Fort-Da, en el Policlínico de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Hospital Dr. Exequiel González Cortés. Allí se efectuaba un Seminario llamado A la escucha de los niños, creado por practicantes clínicos interesados en la enseñanza del psicoanálisis lacaniano. En esa ocasión dos jóvenes practicantes de psicología iban a hablar sobre una experiencia original que se realizaba en "una escuelita" en Francia: L'École Expérimentale de Bonneuil.


En esa "escuelita" yo trabajaba hacía diez años ya, lo que hizo que tomara la palabra para hablar de mi experiencia clínica en ese lugar. La Escuela Experimental de Bonneuil había sido creada por la psicoanalista Maud Mannoni como un lugar para vivir, para acoger niños en severas dificultades en sus instituciones: familiar, educacional o social. Niños en dificultad decía ella, para arrancarlos de las etiquetas de psicótico, autista, esquizofrénico, etc., como gustaban llamarlos los especialistas. No pretendía con ello negar la existencia de la locura, sino introducir una interrogación sobre el modo de abordarla técnicamente en la sociedad, pues la consideraba una protesta válida. Esa era la razón por la cual no había que acallarla ni obligatoriamente sanarla.


Mannoni nombraría ese lugar de acogida École Expérimentale de Bonneuil, con la idea de que si la palabra tiene efectos, no era indiferente que un niño, como cualquier otro niño, dijera que iba a la escuela -lugar de inscripción social- y no a un hospital. La escuela se ofrecía como un lugar para vivir pero sobre todo para hablar, fue concebida bajo el modo de lo que se llamaría institución estallada, en referencia al famoso juego del carretel Fort-Da! (allá/ aquí!), descrito por S. Freud.


La Escuela se ofrecía como lugar de permanencia y de repliego, pero sin perder de vista que lo esencial de la vida se desarrolla al exterior. Entre idas y vueltas, por un corte introducido, por una falta instaurada, se hacía la apuesta de que una palabra podría emerger y un niño psicótico tomar figura humana. De los dichos adultos era esperado que pudiesen tomar distancia de la formación de médico, psiquiatra, psicólogo o educador que los había autorizado a considerarse un 'especialista' o un 'profesional' con derecho a administrar la vida; así como pudiesen de nuevo hallarse empapados de un deseo de saber, de aprender, de dejarse enseñar, de compartir y/o acompañar a esos niños en dificultad. Sólo así la Escuela de Bonneuil podía ofrecerse como una experiencia de vida para los que se arriesgaban en ella, al ser sometidos cotidianamente a interrogaciones e inversiones diversas.


Entonces, ese día de Julio de 1994 hice una invitación a efectuar una pasantía en Bonneuil, a partir de la cual comienzan a viajar varias personas. Dos años después haría realidad mi deseo de venir a trabajar a Santiago. En Julio de 1996 me sumé al Seminario A la escucha de los niños en lo que ellos tenían por decir.


Pero prontamente ese espacio de palabra creado y ganado en un hospital público debió suspenderse, por imponerse la modalidad hospitalaria de atención a pacientes tomada en la economía de mercado de rentabilidad inmediata. Bajo esa lógica, el discurso médico-psiquiátrico debía privilegiar -como aún hoy en día- el estudio del síndrome y su localización en el sistema clasificatorio, tipo DSM IV, ratificando cualquier malestar inherente a la civilización en su estatuto de incapacidad, déficit o enfermedad. Tanto así que los pacientes-niños psicóticos debían ser clasificados dentro de los trastornos severos del desarrollo y tratados exclusivamente con fármacos, desechando "desperdiciar tiempo en escucharlos", pues la regla era la brevedad y la eficiencia. Entonces, sin ese espacio ¿tenía sentido permanecer ahí?


La práctica clínica orientada por el discurso analítico al cual se adentraban cada día más los jóvenes practicantes, comenzó a cuestionar y a interrogar seria y decididamente el "ejercicio profesional tomado en las clasificaciones nosográficas" en el que habían sido formados y que supuestamente prestaba servicio al niño. Comenzaron así a reconocer que en esa práctica se ignoraba a los pacientes como sujetos de deseo y sobre todo, como seres de palabra. De ese deseo y de esa palabra que instalan el amor, la confianza, las ganas de saber.


Querían seguir intentando practicar la cura por la palabra, que es una clínica bajo transferencia que no carece de ética. Ética que es la praxis cotidiana primeramente, ética del particular, del uno por uno, del bien decir, con esa medida inconmensurable al centro: el deseo inconsciente.


Entonces, después de tener la palabra amordazada por tantos años, sin poder decir el malestar, el dolor y el sufrimiento psíquico, comenzó a venir a nuestros oídos un flujo de palabras, de preguntas, de quejas que nos volvieron cada día más los testigos de "ese peor" previsto: neurosis graves, perversión y psicosis. Se hizo necesario y urgente un espacio de escucha y de palabra para aplicarnos en ese compromiso centrado en el discurso del que habla.


Con una transferencia de trabajo consolidada alrededor de ese contingente promisorio de psicólogos y de psiquiatras que había conocido en el hospital, que ahora en su mayoría se hallaban diplomados, gestamos desde fines de 1997 dos proyectos en paralelo. El primero refería a la creación de un lugar, con el objetivo de formar analistas y dedicarse al estudio de los textos fundadores y fundamentales del psicoanálisis, así como someter la práctica clínica a control. El otro proyecto refería a la creación de un lugar de acogida para niños psicóticos o neuróticos graves, inspirado en la experiencia de la Escuela Experimental de Bonneuil.


El primer proyecto abortó por importantes discrepancias entre los que estaban a la cabeza de ese proyecto respecto a sus objetivos, a la formación y la utilización de los recursos. Recordamos que la premisa no hay clínica sin ética concernía igualmente al grupo analítico, sometido a las mismas exigencias éticas de la práctica.


El segundo proyecto se ofrecería y propondría primeramente como alternativa institucional al sistema de salud público, considerando que los objetivos de éste eran en ese momento, según declaraciones del Subsecretario de Salud de la época: "crear las condiciones que permitan el pleno desarrollo de las potencialidades personales y grupales", al hacerse "evidente que elevar y proteger la salud mental de la población es el desafío sanitario más importante de la próximas décadas…" 2.


Sin embargo, luego de realizar una exhaustiva investigación y tramitaciones, constatamos y encontramos una serie de obstáculos e impedimentos administrativos, legales, fiscales y/o financieros que nos llevaron a escuchar que "había cosas más importantes y prioritarias que hacer y donde destinar el dinero que ocuparse de la enfermedad mental". Esto echó por tierra nuestro proyecto. En 'democracia' no esperábamos encontrar argumentos como esos o tropiezos como los descritos. Forzados estuvimos de constatar que, efectivamente, no era y no es la prioridad del Chile de hoy.


En el sistema de salud privado, dependiente de las Isapres, no nos fue mejor. Encontramos una preocupación aparente por la atención de la salud mental. Se la acoge más y más rápidamente, pero para que los 'usuarios' se hallen, a su vez, más rápidamente 'en óptimas condiciones de rendimiento'. Con un funcionamiento parecido, no teníamos ya interés alguno en anexarnos a institución alguna, teniendo en cuenta la clínica que queríamos practicar.


Seis clínicos idearíamos una "Convocatoria" con el objetivo de crear un lugar para practicar clínica en una política de salud no segregativa e inscribirla en el funcionamiento social y legal (escritura de sociedad, iniciación de actividades en impuestos internos, arriendo de un lugar físico, entre otros).


El 6 de Noviembre de 1999 ante una audiencia de quince personas dimos a conocer el proyecto, fijando para el 10 de Diciembre de 1999 el primer encuentro. Llegamos nueve personas y establecimos una primera Acta con los acuerdos siguientes: comenzar la atención de pacientes, la supervisión de casos, el estudio de los textos psicoanalíticos y organizar comisiones con algunos objetivos y tareas a realizar. Éstas fueron buscar un local para arrendar, realizar reuniones de administración y coordinación, establecer un modo de financiamiento, buscar un nombre para representarnos, informarnos sobre los trámites a efectuar para la inscripción legal y tributaria, crear una biblioteca. Durante tres meses trabajamos alrededor de estos objetivos y tareas.


Con fecha 18 Abril de 2000 celebramos nuestro primer contrato de arriendo en un inmueble ubicado en el centro de Santiago, de fácil acceso, compuesto de tres oficinas.


Ese año fue preliminar a lo psicoanalítico en el sentido de poner en juego, primero, la relación que cada uno mantenía con el orden simbólico a través de sus síntomas y, segundo, la permanencia en esta praxis.


La puesta en juego de la relación que cada uno mantenía con el orden simbólico a través de sus síntomas y su permanencia en esta praxis llevó a la mayoría a entrar en análisis, teniendo en cuenta que la formación clínica orientada por el discurso psicoanalítico quería decir que se trataba de un discurso interesado por lo que produce al sujeto y produce con él, por lo tanto al orden social en el que se inscribe.


Con respecto a la atención clínica, al cabo de un año se encontraban casi todos con más de un consultante, obligándonos a buscar un lugar más amplio. El 26 de Marzo de 2001 arrendamos una casa de dos pisos, donde habilitamos cuatro consultas y una sala de reuniones. Inauguramos actividades de enseñanza y estudio de textos analíticos para asistentes externos. El paso a esta casa trajo nuevas exigencias, no sólo del lado del aumento de los gastos de funcionamiento sino y sobre todo con respecto al modo de abordar la atención clínica, intentando pasar de la psicoterapia al psicoanálisis orientado por la enseñanza de J. Lacan.


El día 11 de Mayo de 2001 los mismos diez clínicos, que en su mayoría veníamos del Seminario A la escucha de los niños, nos constituiríamos según una figura legal en "Sociedad de Profesionales de Responsabilidad Limitada", con "nombre de fantasía": Fort-Da: Centro Clínico Freudiano.


Fort-da es el primer par simbólico que nos abre el acceso al campo del lenguaje y a la función de la palabra. Freud lo describe como el momento de una simbolización primordial de la separación, a través de una oscilación entre un desaparecer y un volver, entre un aquí y un allá, entre la presencia y la ausencia, con la dimensión de pérdida que ello connota. Si decimos pérdida, decimos falta, falta irremediable, real, para todo ser hablante y deseante, hecho de estructura en la lengua. El lenguaje es constitutivo de la estructura misma del sujeto, ese hecho lo divide y lo somete a la alienación, produciendo su malestar existencial de hablanteser. Ese malestar es el que acogeríamos en nuestra praxis en Fort-Da.


El 30 de Enero de 2003 junto a mi compañero de vida compramos una amplia casa. Habilitamos allí ocho consultas, una sala de reuniones, una sala para talleres, una respetable biblioteca, una sala de permanencia, un comedor, una cocina y dos patios interiores. Este espacio material, además de posibilitarnos practicar la atención de pacientes, supervisiones y reuniones clínicas en óptimas condiciones, nos ha permitido hasta el día de hoy desarrollar diversas actividades, como carteles, grupos de estudio de los conceptos psicoanalíticos, acompañamientos escolares y jornadas de acompañamiento destinadas a niños psicóticos y neuróticos graves. Así también, nos ha permitido efectuar actividades culturales como encuentros interdisciplinarios, exposiciones de arte, proyecciones de películas, entre otras.


Las jornadas de acompañamiento se impusieron como una necesidad, puesto que a medida que el tiempo pasaba la psicosis como posición subjetiva del ser se hizo cada vez más presente en nuestro centro clínico, revelándose tal y como Lacan la describió: una manifestación humana que implica una puesta en tensión de las relaciones sociales.


Lacan no cesó de exhortar a los clínicos a sostener una función política frente a la segregación -que resulta del progreso de la ciencia- y a la psicosis, así como de alentarnos a considerar el hecho de que lo universal no regla nunca la cuestión de la particularidad del sujeto. De ahí que pedía a todos los 'psi' no retroceder ante el psicótico, ante ese goce tan particular como abominable que emerge de él, como protesta en contra del ideal. Para ello, la manera más decente de luchar contra la segregación y de tratar con ese goce es en una práctica del uno por uno -que permite preservar la particularidad del sujeto psicótico- y en actividades colectivas diversas, donde acoger las cuestiones clínicas previas y preliminares a todo tratamiento posible: estatuto del Otro para cada sujeto, puesta en juego de la palabra y de sus objetos.


Sabemos que no es posible comprender todo ni saber todo, es un imposible que hay que admitir en la formación. Sin embargo, sí sabemos que es posible ofrecer lugares y dispositivos donde algún saber pueda surgir, elaborarse y materializarse para cada uno, cualquiera sea su relación al Otro. Esto, gracias a una actitud con respecto al saber que deje espacios y aberturas a lo inesperado y a la sorpresa de lo que no se sabe, puesto que el no saber es mucho más que el saber.


¡Entonces…!


Han transcurrido casi 12 años desde nuestro primer encuentro. Seguimos ocho miembros fundadores y hemos logrado mantenernos al margen de las leyes del mercado, del marketing, de la seducción del capitalismo y del saber universitario. Nos mantenemos en nuestro proyecto de seguir cada día formándonos como clínicos que se respeten a través del análisis propio, de las supervisiones, del estudio constante de los textos psicoanalíticos y del enfrentamiento cotidiano del real en juego en la clínica del sujeto, caso por caso, dando la mano, estando a la hora, fijando el pago de nuestro trabajo en función de no imposibilitar la entrada en análisis. Ante esta ardua tarea nuestro designio es ser consecuentes con la responsabilidad de desarrollar y promover el psicoanálisis lacaniano en un país cercado por la naturaleza, por sus montañas, su mar, su desierto nortino y sus hielos antárticos, con mentalidad de isla, que tuvo la idea que todo podía pasar y que nada se iba a saber.


El discurso analítico en tanto es una forma de lazo social, nos ha permitido salir de dicho aislamiento y renacer como sujetos que quieren lo que desean. Eso que deseamos fue volvernos un lugar de referencia para todos aquellos que tuvieran el coraje de acudir a la cita que les pone su síntoma, para dejarnos luego, ya no como seres para la muerte sino como seres para la vida, para el sexo.


Por todo esto, seguiremos creyendo en los sueños, pues tenemos el firme propósito de no ceder en nuestros principios y en nuestro deseo de saber. Contamos con que cada uno de nosotros como clínico que se orienta por el discurso analítico, se haga el agente de los impasses, único pase hacia alguna posibilidad de salida, pues nuestro trabajo tiene como objetivo no la adaptación de un sujeto a la realidad, sino permitirle el descubrimiento de una solución en propio a su modo de goce. Ese modo de goce que no tiene miramientos con sus intereses ni se preocupa de su tranquilidad, ni de su felicidad, que es su continente negro, podrá anclarse en la palabra, es decir, en la posibilidad de establecer nuevos lazos sociales compatibles con la vida en sociedad.


Mirtha ROSAS R.


Directora de FORT-DA: Centro Clínico Freudiano

Santiago, 11 Octubre de 2011


Notas y Referencias

1. Últimas palabras de Salvador Allende. Radio Magallanes, martes 11 de septiembre de 1973, 9:15 de la mañana.

2. Las enfermedades mentales en Chile. Magnitud y consecuencias -1999, Ministerio de Salud, Chile, 1999.