Jornadas Clínicas

  • Jornada Clínica.

  • Son por un lado, lecturas de la experiencia que cada practicante clínico hace del acompañamiento a pacientes en el dispositivo del análisis, del diván, del discurso particular y privado, y por otro, demostración de la operatividad de la palabra sobre el síntoma instalado ahí donde el sujeto ha cedido porque se encontró ante un defecto de simbolización.

  • Jornada de Carteles.

  • Porque Jacques Lacan tuvo la idea de que era posible "escapar al efecto de grupo" propuso un espacio llamado Cartel para desafiar la ignorancia y atreverse a saber. Este trabajo debe exponerse a cielo abierto en Jornadas de Carteles para constatar lo que pudo haber sido modificado de su relación con el saber analítico o del advenimiento de un saber nuevo, porque somos una comunidad de trabajo implicada en una misma orientación, la enseñanza de Lacan, enseñanza que nos inspira, nos entusiasma, nos cuestiona y nos pone a prueba en la práctica y en la investigación que realizamos.

  • Jornada Clínica con Padres.

  • El siguiente texto fue leído en una Jornada Clínica con Padres el año 2010

  • Toda mujer y todo hombre se encuentran en una particular disposición psíquica cuando optan por hacer la experiencia de la maternidad y la paternidad. El ejercicio de estas funciones escapa por completo a las leyes de la biología y de la genética porque un niño comienza a gestarse mucho antes que haya sido engendrado por el acoplamiento físico de sus padres. Su destino ya comienza a jugarse en el lugar al que viene psíquicamente para estos adultos. ¿Qué quiere decir esto? que del deseo inconsciente que habita a cada uno de los futuros padres, que concluye en la concepción y posterior nacimiento de un niño, depende el lugar en el que quedará ubicado.
    Cada niño existe para cada uno de esos futuros padres bajo la forma de una representación particular. Así, el niño viene precedido por los efectos de palabras inconscientes que ya están ahí para cada uno de ellos, efectos de palabras que son las escorias, los saldos de toda una historia que puede pertenecer a varias generaciones anteriores. Razón por la cual son determinantes las circunstancias de una vida, a qué lugar viene en la constelación familiar, los encuentros y desencuentros, impasses, así como la posición con respecto a la Ley de la prohibición del incesto, condición necesaria para entrar en la cultura y en el proceso de humanización. De esta manera, todo lo imaginado, lo previsto, lo preparado, no alcanzará nunca lo que será vérselas con el recién nacido, pues entre el niño imaginario y el niño real hay un abismo que se experimenta en la pura realidad.
    Esto es así porque a diferencia de las crías animales que pueden sobrevivir por sí mismos desde muy temprano, el bebé humano porta en sí una prematuración biológica que vuelve imprescindible la presencia de un otro que se ocupe de él. Es un ser totalmente impotente e indefenso, no puede moverse ni alimentarse por sí mismo. Para no morir requiere ser adoptado y que alguien le asegure la satisfacción de sus necesidades vitales, pero que sobretodo y fundamentalmente, le hable. En este estado de indefensión, el bebé se halla dispuesto a recibir por todos los orificios de su cuerpo las informaciones exteriores: alimentos, olores, voces, ruidos, conversaciones, gritos, disputas, etc. Queda totalmente a merced del otro, bajo el régimen de quienes le prodiguen más o menos arbitrariamente los cuidados maternos y le hagan recaer palabras que marcarán su destino. Esto quiere decir que la madre o sustituto (incluido el padre que en este momento se hace presente para el niño también dando cuidados maternos) debe acudir al llanto o al grito que reconoce como un llamado haciendo una suposición de lo que le ocurre:'tienes hambre','¡qué regalón quieres que te acune!'. Las distintas hipótesis que hace la madre dan cuenta que lo reconoce como un sujeto que pide algo, atribuyéndole que, pese a ser un bebé, 'sabe' hablarle, aún antes de que pueda hacer un uso efectivo de la palabra.
    Las palabras que llegan cotidianamente a un niño, a fuerza de oírlas, hacen mella en él, quedando como una huella, una marca indeleble. Para todo sujeto su primera condición es ser hablado antes de ser hablante. Ser hablado por otro es lo que nos va constituyendo, formando, determinando, dándonos eso que en nuestra jerga llamamos el inconsciente. Por eso ningún niño tiene palabra en propio pues desde el inicio está tomado en el discurso que le ha venido del otro.
    Es así como el sujeto es introducido en un baño de lenguaje que ya ha organizado el mundo. Éste se halla en pleno funcionamiento, donde el niño es esperado e identificado, en el sentido de tener ya un lugar y un nombre antes de nacer. La familia a la que llega implica una lógica subjetiva en la que el niño no sólo queda tomado sino que queda a su merced. Podríamos graficarlo como un tren que está en marcha y en el cual debe incluirse y 'enchufarse', pues ya tiene asignado su asiento, dado por el deseo de los padres, en un "tú eres eso". Sin embargo, a medida que va pasando el tiempo el niño puede aceptar o rechazar no sólo con su cuerpo, sino también con palabras ese lugar en el que fue ubicado.
    Cuando un niño rechaza ese lugar comienza a gestarse lo que en nuestra jerga llamamos síntoma, malestar, desórdenes, dificultades, tropiezos, poniéndose en escena en el espacio público, más allá de los padres. De esta manera, eso que de parte del niño surge como problemático haciéndose visible y sintomático en la escena pública es una respuesta de sujeto a eso que se ha ido gestando, y le ha sido transmitido en el seno íntimo de la familia.
    Ocupar el lugar de madre o padre implica una responsabilidad que escapa a las buenas o malas intenciones que habiten a cada uno de ellos, implicándolos primeramente como hombre y como mujer, situados en la diferencia de los sexos y en su lugar como ciudadanos que aceptan o no las renuncias que implica el contrato social. Cuando posteriormente aparece lo sintomático en la inscripción social de sus hijos, esto tiene como marco fundador la posición subjetiva de cada uno de ellos.
    Entonces, cada vez que recibimos a un niño escuchamos que es traído a consulta porque 'hace' problemas. ¿A quién? Generalmente es la institución escolar la que se hace parte de la denuncia de lo que no anda en la vida del niño, pues es el lugar donde él pasa gran parte de su día, teniendo la posibilidad de poner en escena eso que no anda bajo la forma de, por ejemplo, hacerse expulsar. El sentido de hablarles hoy de la constitución subjetiva es para hacer escuchar la dependencia absoluta en la que se halla todo niño con respecto a sus padres. Queremos remarcar la condición de subordinación con respecto al discurso que le han hecho llegar y que lo sitúa o lo extravía respecto de su inscripción entre otros. Es ahí donde podemos encontrar las huellas que descubren el entramado en el que está tejido el síntoma de un niño, cómo en su historia está la respuesta del punto en el que fue alojado en el deseo del Otro.
    Las desavenencias conyugales arrastran al niño, pues cuando se altera la economía deseante entre un hombre y una mujer, el hijo como fruto de ambos no puede más que verse afectado de eso que no anda entre ambos. Cuando un niño ya no queda más anudado por el amor y el deseo de sus padres, queda sin piso sobre el que sostenerse, su lugar queda conmovido, a la deriva de los vaivenes de lo que se desarrolla entre los padres, afectado por las renuncias, el abandono, la dimisión que hacen ambos o alguno de sus progenitores.
    No obstante lo anterior, es decir, que nuestra condición de sujetos depende siempre de lo que se desarrolla en el Otro que nos antecede y origina, no es menos cierto que de nuestra posición de sujeto somos siempre responsables, cualquiera sea la edad cronológica, o sea incluso los niños. Cuando traen a consulta a un niño, queda en evidencia que la sintomatología que porta cumple una función que le es propia, que va más allá de encarnar lo sintomático de la pareja parental. El síntoma revela su posición singular de sujeto, el sufrimiento psíquico que le implica su caída como objeto maravilloso. Entonces aparece su negativa a entrar en el orden del para todos que se requiere para aceptar que no todo es posible, no todo puede decirse, no se puede tener todo, saber de todo, gozar de todo.
    Este síntoma generalmente toma forma en los diversos impasses e impedimentos escolares como son las dificultades y el rechazo a aprender, las conductas que salen de la norma - como los olvidos, accidentes, conductas agresivas-, la desatención en cuanto a lo que le es enseñado, etc. Por ejemplo, la pérdida de los útiles escolares es una manera de poner en acto una actitud desafiante, una negativa del niño a responder al ideal que esperan de él, dejando en evidencia la impotencia de sus padres.
    Lamentablemente, estas conductas acarrean la 'segregación' del niño quien pierde el estatuto de ser hablante para caer en el de objeto de manipulación por parte de todos los dichos adultos responsables. Es así como respaldados por la ciencia médica, la mayoría de los padres optan por las respuestas que los especialistas les dan, pues los alivian de cuestionarse sobre la responsabilidad que a ellos les cabe. Que la causa sea puesta en lo orgánico los resguarda de cualquier pregunta subjetiva que los implique.
    El síntoma de un niño hace un llamado a un adulto responsable que refrene ese exceso en que está atrapado. Es en ese punto que tenemos cabida como los tratantes de sus hijos. Les concedemos que no es fácil 'ser' padres, pero nuestro trabajo es constatar eso que no han podido con sus hijos, lo que han sucumbido, se han distanciado o se han desentendido. No nos interesa culpabilizarlos, condenarlos, ni juzgarlos, sino intentar una salida, porque sabemos que la hay y que es que el sujeto puede moverse de eso que es inamovible.
    El llamado que les hacemos es a que miren de frente lo que aparece como sintomático en la inscripción social de su hijo y puedan reconocer qué responsabilidad les cabe en ello. Lo problemático es que a solas no pueden saber en qué punto más preciso están implicados. No depende ni de su voluntad ni de las buenas intenciones, sino del deseo inconsciente que los llevó a poner otro ser humano más en el mundo. Es un asunto de ética, pues la ignorancia sobre dicho deseo y los puntos ciegos en los que ustedes mismos están atrapados no los libera de la responsabilidad por la consecuencia de sus actos.
    El año pasado les hicimos un llamado a venir a ponerse en cuestión, hasta el momento es sólo uno de entre ustedes que se ha atrevido a consultar. Les reconocemos que nos han permitido hacer nuestro trabajo y se los agradecemos. Les hacemos un llamado a continuar concediendo y favoreciendo este espacio de palabra para sus niños, aun si ustedes mismos continúan resistiendo a consultar, les pedimos permitan proseguir eso que se ha iniciado como experiencia de palabra para sus hijos. Es eso lo que les va a permitir rectificar lo que los lleva a un peor para sus vidas: clasificación, etiquetaje, medicación, por lo tanto segregación, exclusión y encierro en el peor de los casos. Gracias.